Una vez hubo un barco llamado Esperanza, que navegaba por el mar abierto. El capitán de la embarcación era un hombre sabio y experimentado, y había visto todo tipo de mareas y tempestades en su carrera. Pero a pesar de su experiencia, a veces se dejaba llevar por la ira.
Un día, mientras navegaban hacia su destino, el capitán recibió malas noticias sobre un negocio que había estado tratando de cerrar durante meses. Se enojó tanto que comenzó a gritar y a golpear cosas. Los miembros de la tripulación estaban asustados, no habían visto al capitán enojado de esa manera antes.
La ira del capitán continuó durante todo el día, y la tripulación tuvo que trabajar aún más duro para mantener el barco a flote en las difíciles condiciones del mar. Pero eventualmente, el capitán se calmó y se dio cuenta de que su enojo no había logrado nada. Había perdido el control y su ira había afectado a toda la tripulación y a su misión.Desde entonces, el capitán hizo un esfuerzo consciente para controlar su temperamento y enfocarse en las oportunidades que el viento y las mareas le ofrecían en su camino. Recordaba que la ira no lo llevaba a ninguna parte, y que la paciencia y la calma eran mucho más efectivas en situaciones difíciles.
El barco Esperanza continuó navegando por los mares, enfrentando desafíos y aprovechando las oportunidades que se le presentaban. Y el capitán aprendió a ser un líder más sabio y compasivo, que no se dejaba llevar por la ira en momentos de adversidad.
